Si se repiten las elecciones, estoy seguro de que IU se mostrará favorable a que Unidad Popular proponga a Podemos un acuerdo preelectoral que se fundamente en el acuerdo programático, que respete la identidad de cada parte y que, por supuesto, tenga en cuenta el diferente peso electoral de unos y otros en las pasadas elecciones del 20-D.
Y también estoy casi seguro de que Podemos dirá que no y que, alternativamente, propondrá una fórmula que, de facto, signifique la disolución de UP ( y, por tanto, de IU) en su propio proyecto.
Quiero aclarar que no lo harán por maldad: lo harán, sencillamente, porque Podemos es un proyecto eminentemente electoral (una “máquina de guerra electoral” en palabras del propio Errejón) que, para conseguir este objetivo necesita de una organización “líquida” en la que un pequeño núcleo dirigente pueda modular desde arriba su programa, su discurso y su práctica en función de los cambiantes vientos electorales.
Es así como Podemos ha podido pasar del “asalto a los cielos”, de la derrota de la “casta” bipartidista y de ser un proyecto “ni de derechas ni de izquierdas” a una posición muy distinta y más posibilista que tiene como principal objetivo sobrepasar y sustituir al PSOE; por eso también se ha podido pasar, en lo interno, de la democracia directa a las listas plancha y los fichajes digitados desde arriba para encabezar las candidaturas; por eso se ha podido pasar del ir solos a las elecciones a ir acompañado (aunque sólo donde más convenía) y por eso se ha podido cambiar sustancialmente el programa en temas como la OTAN, el control de la banca y las eléctricas, el apoyo a los acuerdos de Tsipras con la Troika, los conciertos educativos, los toros y un largo etcétera.
Una organización líquida puede hacer esto y más pero también sabe que estos giros espectaculares serían mucho más difíciles en el marco de acuerdos con organizaciones regulares de una cierta entidad. Por eso sólo ha llegado a este tipo de acuerdos en algunos territorios en los que partía de una posición de debilidad y por eso se niega – y se negará, me temo – a llegar a un acuerdo global con UP en el conjunto del Estado.
No escribo cuanto antecede para confrontar con Podemos. Sólo intento entender y explicar lo que pasa y lo que creo que pasará.
Reconozco los muchos méritos de Podemos en cuanto a la agitación del panorama político español; también comparto muchas de sus propuestas programáticas y, por supuesto, seré de los que defienda volver a intentar un acuerdo preelectoral con esta organización si se repitieran las elecciones.
Reconozco asimismo el mérito de este 18,4% de votos obtenido en las circunscripciones donde se ha presentado en solitario y que, por cierto, ya predije con exactitud en este mismo bloc el pasado 1 de abril, cuando ( ¡hay que ver como cambian las cosas en sólo 9 meses! ), mencionar este porcentaje y decir que serían la tercera fuerza política era menospreciarles.
Pero todo este reconocimiento no es suficiente como para que sea de los que creen que trabajar por la transformación social pasa necesariamente por integrarse en Podemos. No comparto esta moral del éxito por la que el apoyo electoral es demostración suficiente de la bondad política y no creo que una organización líquida y que no quiera reconocer la pluralidad de la izquierda pueda ser una buena herramienta para la transformación social.
Respeto a quienes hagan el razonamiento contrario como respeté a quienes, en los años 80 y salvando las distancias, se creyeron que aquel PSOE de mayorías absolutas, del cambio y de la modernidad era una «casa común de la izquierda» suficientemente acogedora.
Pero, del mismo modo, espero que se respete también a quienes preferimosrefundar a IU, aligerarla de inercias y vicios retardatarios y, junto con otros, construir una plataforma de izquierdas plural, abierta, coherente, unitaria, intelectualmente honesta, rabiosamente democrática y con una organización útil tanto en la contienda electoral como en la movilización social.