Si a los catalanes les pasa tras el 21-D lo mismo que a los españoles después de las elecciones de diciembre de 2015 y tienen que volver a votar siete meses más tarde las consecuencias serán aún peores. En primer lugar porque los catalanes necesitan en mucha mayor medida que su martirizada situación política se resuelva cuanto antes y, en segunda lugar, porque este nuevo paréntesis institucional se produciría en el marco de la aplicación del 155 y, por tanto, en un ambiente particularmente crispante, anómalo y enrarecido
La dinámica de las encuestas – de dudosa fiabilidad en un ambiente tan novedoso y volátil – apunta a un crecimiento progresivo de Ciudadanos, a un ligero retroceso del independentismo respecto a las elecciones del 2015 y a un empate técnico entre constitucionalistas e independentistas que dejaría a Catalunya en Comú (a pesar de susdiscretos resultados) como un elemento determinante de la nueva situación.
Sin embargo, Catalunya en Comú sabe que no puede utilizar su famosa llave con la misma facilidad que lo hacen los partidos centristas tradicionales: pidiendo contrapartidas a unos y otros y determinando – en función de dichas contrapartidas – el sentido en que se debe inclinar la balanza.
En primer lugar porque, si así lo hiciera, la dichosa llave (como sucede con la de la radiografía que ilustra este artículo) podría suponer graves contradicciones internas y un grave problema de salud para su dueño y, en segundo lugar, porque la solución a los problemas de Catalunya no pasan por apuntalar uno u otro bloque con una frágil mayoría.
Lo de gobernar Catalunya con una exigua mayoría y a base de chutar balonazos hacia delante (como hacen los malos equipos de fútbol) es algo que los independentistas ya deberían saber que no es una buena idea… y que los constitucionalistas no deberían intentar repetir.
Catalunya vive un problema complejo que necesita soluciones imaginativas, audaces y complejas. Por eso me parece interesante el gobierno transversal formado por Catalunya en Comú, ERC y PSC que plantea Domènech y por eso me gusta también que Iceta se ofrezca a gobernar en solitario, hablando con todos y buscando reconciliación y transversalidad.
Pero estas quinielas son aún prematuras. Lo que tendrían que hacer los partidos el 22-D es recogerse en capilla, ESCUCHAR lo que hayan votado los electores y actuar honestamente en consecuencia.
Lo que no puede pasar, por ejemplo, es lo que pasó en España el 2015: que la gente vote mayoritariamente por el cambio (aunque por poco margen) y que una cadena de torpezas derive un nuevas elecciones y en la continuidad de Rajoy. Apenas un mes después de las elecciones del 2015 advertí de de que la mayoría por el cambio era muy ajustada y, para hacerlo posible, tuve la osadía de proponer una fórmula imaginativa y contraria – advertía yo mismo – a la inercia habitual de los partidos. Por supuesto, la inercia prevaleció y los resultados fueron los que fueron. Ojalá que, en el caso de Catalunya, no vuelva a pasar lo mismo
Me parecen acertadas sus apreciaciones, aunque mucho me temo que, como le pasa a la persona de la foto, la llave acabe atragantandosele a Domenech y a su formación. Y es que el papel de bisagra no le sienta bien a Podemos (CeC) precisamente por la transversalidad que exige no sólo en relación con los potenciales socios de gobierno, con gravísimos conflictos abiertos, sino también con sus propios correligionarios de formacion, del más variopinto pelaje. Mucho me temo que al final lo que acabe cediendo a las tensiones externas e internas que resultan de ese cóctel es la propia bisagra. Saludos
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