
A medida que se acerca la segunda investidura, los partidos políticos piafan, hacen cabriolas y levantan polvareda como si de una Rapa da Bestas se tratara : –Sería un disparate ir a unas terceras elecciones!: ceded!, – No cederemos!, – Hay números para una alternativa!, – Números había hace unos meses so acémila!, – Aclárate ya y negocia con los catalanes!, –Aclárate tú que votaste que no con el PP!…
Sudan, resoplan y porfían pero apenas se mueven porque el voto de la ciudadanía – emitido por dos veces y de manera casi idéntica – es un corral estrecho en el que apenas hay margen de maniobra. Un corral cuyos límites están tan claros que hasta yo los supe explicar en la prehistórica fecha de 27 de enero de este año y en ocasiones posteriores.
La gente, mayoritariamente, quiere enviar al PP a la oposición no sólo por el tema de la financiación ilegal del partido y de muchos de sus miembros más destacados: también por la utilización clientelar de las instituciones (muchas veces con dinero público que no va al partido ni a los políticos, Sr. Rivera), la instrumentalización de la fiscalía y de la justicia en general, la crispación permanente y el rodillo parlamentario. La gente también quiere políticas sociales y laborales más protectoras pero, al mismo tiempo, un cambio moderado y sin rupturas bruscas. Este es el mensaje que ha emitido la ciudadanía del 20D y el 15J y que tantos, pasándose de listos, pretenden ignorar.
La sordera general, sin embargo, no afecta a todos por igual. Por eso todos sabemos – «tic-tac, tic-tac.,tic-tac… ¿os acordáis?) que, si no pasa algo importante, será Rajoy quien gobierne una legislatura que, aparte de ser de traca, será muy perjudicial para la ciudadanía en general y para Unidos Podemos en particular
Hace un mes, diversas personalidades de la izquierda publicaron un manifiesto en el que se pedía articular una mayoría alternativa al PP sobre la base de un acuerdo entre PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos. Personalmente, comparto plenamente la intención pero disiento de la alusión a siglas concretas con exclusión de otras: en primer lugar por prudencia y, en segundo lugar, porque creo que hay que poner el énfasis en las políticas y no en las siglas.
Por eso, mismo, también disiento del mantra oficial de Unidos Podemos consistente en afirmar hasta la sociedad que “hay números sobre la base del acuerdo con los nacionalistas catalanes”: en primer lugar por prudencia; en segundo lugar, porque creo que hay que poner el énfasis en las políticas y no en las siglas y, en tercer lugar, porque todxs sabemos que este acuerdo puede tener condicionantes relacionados con la independencia de Cataluña que lo hagan inviable a las primeras de cambio.
Hay una manera basta de jugar al ajedrez que consiste en ir persiguiendo a garrotazos peones, caballos y torres del adversario: suele dar pésimos resultados. Pero, como me enseñaba mi buen amigo Ramon Galiana, también hay una manera sutil y elegante que apuesta por movimientos envolventes y la ocupación progresiva del tablero. Pero para hacer esto, claro, hay que bajarse del caballo, plantear una propuesta programática (y abierta) razonable y buscar los apoyos necesarios
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