El reciente cumpleaños de Fidel Castro me ha servido para constatar, una vez más, que a una parte significativa de la izquierda le sigue gustando poder disponer de un santoral para reafirmarse ideológicamente. No es mi caso, desde luego, pero tampoco pretendo en este artículo matizar o discutir emociones: pretendo, simplemente, hablar de Cuba políticamente, con honestidad y tan objetivamente como me sea posible
La revolución cubana ha sido un bastión heroico contra la utilización de América Central y del Sur como un «patio trasero» al servicio de Estados Unidos. Además, la revolución cubana ha supuesto garantizar una asistencia sanitaria de calidad y el acceso a la educación de la práctica totalidad de la población y yo tengo tan claro como el que más que al niño peruano que vive (literalmente) en un vertedero para «reciclar» la basura acumulada, o al niño paraguayo que muere porque la sanidad pública no le permite tener la atención necesaria, les importa un pimiento vivir en un sistema político multipartidista y poder leer con facilidad (si supieran leer) todo tipo de prensa y de páginas de internet.
Pero estas consideraciones no me impiden constatar que la democracia «orgánica» cubana, el partido único y el acoso a la disidencia (os dejo aquí el enlace con el último informe de AI sobre Cuba) no me parezcan ni aceptables, ni inteligentes ni, por supuesto, sostenibles.
Estoy convencido de que si el régimen político cubano no es capaz de cambiar, otros lo cambiarán desde fuera y, en la misma operación, se llevarán por delante la independencia política y las conquistas sociales que tanto ha costado conseguir. Por eso pienso que el acriticismo beato de una parte de la izquierda no sólo es pobre intelectualmente – como todos los acriticismos – es también, y esto es lo más grave, el peor favor que se le puede hacer a la revolución cubana.
Es normal que el relato sesgado que tenemos que escuchar continuamente sobre Cuba y la imagen de los especuladores y las grandes corporaciones multinacionales preparando su asalto a la isla nos invite a atrincherarnos en un discurso igualmente sesgado pero en sentido contrario. Pero es una tentación que debemos resistir. Como ya tuve ocasión de manifestar en un reciente post sobre el terrorismo, esta posición nos arrincona en el tablero político y nos aisla de un segmento importante de la población que no es capaz de compartir una adhesión acrítica pero que puede compartir sin dificultad un discurso como el que acabo de exponer.
Muy acertado el comentario pero creo que CUBA no cambiará su política pseudocomunista, les va bien, tienen una buena renta percápita, las multinacionales pagan religiosamente sus impuestos, hay trabajo y una forma diferente de vivir como en Occidente, les recomiendo a los que reniegan del sistema Cubano se den una vuelta y vean el nivel de vida y felicidad de sus habitantes, estuve hace 5 meses y busqué un mendigo por las calles de la Habana Vieja y mi sorpresa no lo encontré.
VIVA CUBA GRANDE Y LIBRE DE FASCISMOS Y ESPECULACION.
Me gustaMe gusta